O termo, que procede do inglés, aplícase a un fenómeno relacionado co desenvolvemento de determinadas áreas das cidades, tradicionalmente habitadas por clases sociais de baixos niveis de renda pero que, pola especulación, acaban convertidas en zonas para xentes ricas.
Recentemente, o xornal El Pais (6.6.2015) incluía esta noticia:
“Hay
un barrio en Nueva York al que muchos ven llamado a convertirse en “el próximo
Williamsburg”, lo que es sinónimo de antigua zona obrera reconvertida en lugar
de moda, con locales a la última y nuevos vecinos de clase media, en el que los
precios se disparan. El Ayuntamiento de la ciudad aprobó en abril el plan de
transformación de East New York, en el distrito Brooklyn, lo que despierta
temores entre los que no son propietarios de sus casas y locales y temen no
poder hacer frente a la renovación de sus alquileres. “Muchos argumentarán que
esto va a espolear la gentrificación, pero no se dan cuenta de que la
gentrificación ya está llamando a nuestra puerta”, ha reflexionado Rafael
Espinal, que representó al vecindario en la negociación del nuevo plan y ha
acabado llegando aceptando un acuerdo. La gentrificación (del inglés,
gentrification), un extranjerismo para el que la lengua castellana no ha parido
aún una traducción exacta, moderniza los barrios, crea vivienda nueva y
sofistica su oferta comercial y de ocio, pero acaba expulsando a los residentes
con menos recursos, muchas veces, los vecinos de toda la vida.
Manhattan
y Brooklyn son dos distritos neoyorquinos que saben mucho de eso. La cuestión
es si se le puede poner puertas a semejante proceso, si, como dice Espinal, la
gentrificación ya está aquí y solo se puede aspirar acompañarla con alguna
medida social que frene la expulsión de las familias trabajadoras.
El
Ayuntamiento intenta combatirlo con viviendas sociales. Su plan para ese barrio
obliga a que más de 1.200 nuevas viviendas construidas en los dos próximos años
se destine a alquileres asequibles. Pero lo que se pregunta la asociación NY
Communities for Change, muy crítica con el proyecto, es qué ocurrirá con el
resto de las que se construyan y, por supuesto, también con las ya existentes.
Porque cuando el barrio de uno se convierte en el nuevo Williamsburg, ya sabe
que el precio del alquiler también se modernizará, aunque al lado haya un
puñado de pisos protegidos. La cuestión es si eso se puede frenar”.
Amanda Mars, “Nueva York pone puertas a la gentrificación”, elpais.com, 6.5.2016.
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